martes, 24 de junio de 2008

¿ES LA MISTERIOSA SONRISA DE MONA LISA UNA ILUSIÓN ÓPTICA?

Cinco siglos después de su creación, el retrato más famoso
del mundo, la Mona Lisa de Leonardo Da Vinci, parece
que ha dejado de ser un misterio gracias a una investigación
de Margaret Livingstone sobre los mecanismos de la visión.

Livingstone ha expliacado durante su intervención en el
Congreso Europeo de Percepción Visual -que se celebra en
A Coruña- que la enigmática y escurridiza sonrisa de la Mona Lisa
es "una ilusión que aparece y desaparece debido a la peculiar
manera en que el ojo humano procesa las imágenes".

"Los artistas llevan mucho más tiempo que nosotros,
los neurobiólogos, estudiando los procesos visuales",
reconoció Livingstone, profesora de la Universidad de Harvard,
ante los cerca de 800 investigadores sobre la percepción
visual que asisten a esta reunión científica.

Así, indicó que cuando en el siglo XVI Leonardo Da Vinci
pintó la Gioconda, su Mona Lisa, logró el efecto de que
la sonrisa desaparezca al mirarla directamente y sólo
reaparezca cuando la vista se fija en otras partes del cuadro.

El artista italiano creó esa ilusión usando "de manera intuitiva"
unos trucos que ahora comienzan a tener base científica,
señaló Livingstone

Su teoría se apoya en el hecho de que el ojo humano tiene
una visión central, muy buena para reconocer los detalles,
y otra periférica, mucho menos precisa pero más adecuada
para reconocer las sombras.

"Da Vinci pintó la sonrisa de la Mona Lisa usando unas
sombras que vemos mucho mejor con nuestra visión periférica",
afirma Margaret Livingstone. Por eso para ver sonreír a la
Mona Lisa hay que mirarla a los ojos o a cualquier otra parte
del cuadro, de modo que sus labios queden en el campo de
visión periférica.

Tras publicar su teoría de que los cambios de expresión de
la Mona Lisa se deben a que la visión central tiene una más
alta resolución que la visión periférica, Livingstone estudia
ahora por qué tantos genios de la pintura tenían alguna
deficiencia visual.

Aludió así a Rembrandt, cuyo estrabismo reducía su
capacidad para ver en tres dimensiones, un hecho que
para esta investigadora pudo ser beneficioso porque,
según dijo, "tener una pobre percepción de la profundidad
puede ser una ventaja en una profesión en la que el objetivo
es plasmar el mundo tridimensional en un lienzo plano".

Como precisó Livingstone, no trata de "desmitificar el arte"
sino de explicar científicamente unas técnicas que los artistas
han venido usando de manera intuitiva desde hace mucho tiempo.

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